El sonorense, fundador de la Universidad de Sonora, fue atleta olímpico, poeta y diputado rebelde, quien en un informe del presidente Ávila Camacho le reclamó el autoritarismo de un partido único
Herminio Ahumada Ortiz: humanista, solidario y visionario
“Si queremos transformar el medio ambiente nacional, si queremos cambiar el sino de nuestra historia, eduquemos a nuestra juventud. Para ello es necesario, por lo menos, que contemos con una Universidad de Sonora hecha con el esfuerzo, con el sacrificio de cada uno de sus hijos. Universidad de Sonora, viejo anhelo romántico de mis años estudiantiles, santo anhelo que hoy veo surgir apenas como un intento y que mañana será realidad…”
CENIZAS EN EL MURO
Por Armando Zamora
Si uno se esfuerza un poco, puede imaginar la escena: es julio de 1924; hace seis años que concluyó la Gran Guerra, pero en el ambiente flota aún la incertidumbre, y en la orografía de Europa quedan vestigios del horror y la muerte.
Junto al río Sena, a diez kilómetros del centro de París, en el Estadio de Colombes, el calor es una lámina transparente que abofetea el rostro, pero hay que cumplir el compromiso. Suena el disparo y los atletas inician la competencia de 100 metros planos en los Octavos Juegos Olímpicos: entre ellos corre un joven mexicano, de Sonora, poseedor del récord nacional de la disciplina…
Una vida de película
Soyopa, Sonora, 7 de octubre de 1899. Con la fiebre de la plata ya curada, empolvándose en la memoria de los habitantes, el rumor cálido del río Yaqui anuncia la llegada de quien será uno de los hijos pródigos de este poblado fundado por yaquis, ópatas y pimas en 1540. Un llanto leve se escucha y se repite en el eco de la cañada vestida de verde: Herminio Ahumada Ortiz ha llegado al mundo.
Hijo de Herminio Ahumada Ahumada y Francisca Ortiz de Talamantes, Herminio junior casó con Carmelita Vasconcelos —hija de José Vasconcelos, excandidato a la presidencia de la república, exsecretario de Educación Pública y exrector de la UNAM—, con quien procreó a sus hijos Rosario, María, María Ángeles y Felipe Ahumada Vasconcelos.
Si fuera posible resumir la vida de una persona en una palabra, de Herminio Ahumada podría decirse: Visionario, y ese solo vocablo resulta en este caso la caja de las maravillas, pues nuestro personaje en cierto modo vivió un película de acción: como atleta, fue el primer sonorense en participar en los Juegos Olímpicos, en París 1924. Abogado por la UNAM, siguió cursos especializados en París. Fue profesor de Derecho en la Universidad Nacional, y su vida profesional lo llevó a radicar en Sudamérica. Como escritor, nos legó las obras poéticas Tamiahua y Sombra Fiel.
En su trayectoria política fundó, en 1926, el Partido Nacional de Estudiantes Anti-Reeleccionistas, junto con Salvador Azuela, Jesús Flores Aguirre, Alejandro Gómez Arias y Miguel Alemán. En 1928 apoyó la candidatura presidencial de José Vasconcelos, y al ser derrotado, lo acompañó al destierro por cinco años. Y en 1937 fue magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Sonora. Siendo diputado federal, fue presidente de la Cámara de Diputados en la XXXIX Legislatura, y el 1 de septiembre de 1944 le tocó responder el informe presidencial de Manuel Ávila Camacho.
En su respuesta, el diputado Ahumada denunció el efecto perjudicial del poder exagerado del Partido de la Revolución Mexicana (PRM), la corrupción de los procesos electorales, el fraude y la manipulación del voto, y había planteado que era necesaria una reforma: “Es urgente una radical reforma a los procedimientos políticos hasta hoy seguidos… mientras no sea un hecho entre nosotros el respeto al voto ciudadano, mientras no se depure la función electoral, mientras sigan siendo a ella decisivos la actuación de un solo partido, la falta de respeto a la opinión pública, la cláusula de exclusión, el pistolerismo, la farsa y la mentira, la democracia no podrá realizarse en México”.
Además, en el discurso ventiló los vicios de la vida sindical: según Ahumada, para afianzar las conquistas de la Revolución era necesario que los trabajadores mismos “se purguen de elementos nocivos; que los exaltados moderen sus radicalismos y supriman la anarquía; que moralicen a sus organizaciones para no dar pretexto a los enemigos de la Revolución a provocar situaciones caóticas como las que han pretendido, anhelando que el país caiga en manos que no vacilarían en tomar medidas extremas, suprimiendo por medios dictatoriales la base de las libertades y privilegios de las clases liberadas por la Revolución”.
“La voz pública —menciona el periodista Carlos Moncada Ochoa en la Historia General de la Universidad de Sonora— nunca dudó de los méritos del atleta olímpico, poeta, diputado rebelde, tempestuoso y malhablado. Pero oficialmente, hasta el sexenio del gobernador Samuel Ocaña García, cuando el Congreso aprobó la Ley que declara ciudadano distinguido al licenciado Herminio Ahumada Ortiz, publicada en el Boletín Oficial del Gobierno del Estado el 8 de marzo de 1982, se le reconoció como sonorense preclaro”.
En las letras
Herminio Ahumada escribió los poemarios Tamiahua, en 1952, y Sombra fiel, que fue reeditado por la Universidad de Sonora en 1998, así como un texto en prosa, José Vasconselos: una vida que iguala con la acción el pensamiento. Además, tradujo al poeta norteamericano Langston Hughes.
En la poesía de Herminio Ahumada se vislumbra una paradoja y un contraste en las imágenes, ya que reúne elementos de contradicción pero con sentido, poemas llenos de luz y dolorosos, impregnados de amor y alegría.
Al hablar de Ahumada Ortiz, el poeta sonorense Alonso Vidal advirtió sobre su testimonio espiritual, de inteligencia, sensibilidad e imaginación “donde aflora su presencia y voz en todo lo que fue como humano: recto, valiente, bullicioso y dicharachero, tal cual auténtico sonorense; amoroso, solidario, leal a su fe y consigo mismo”.
Fernando Cota Madero, fallecido docente del Departamento de Letras y Lingüística, en la presentación del libro Sombra Fiel, que se llevó a cabo el 14 de octubre de 1998, en el auditorio del Centro de las Artes, en los festejos del 56 aniversario de la Universidad de Sonora, destacó que en el libro se encuentra un tono solemne, grave, que contrasta con la alegría de algunos poemas.
Una idea venida sobre el ancho azul del pensamiento
Fue en 1938 cuando Herminio Ahumada encabezó a un grupo de profesionales sonorenses que llevaron ante el Gobierno del Estado el anteproyecto de Ley de Enseñanza Universitaria, que a la postre daría paso a la creación de la Universidad de Sonora.
De hecho, ya desde 1928, en la Ciudad de México, un grupo de jóvenes reunidos y hermanados con el nombre de Asociación de Estudiantes Sonorenses, con profundo sentido social y amor a la tierra que les dio origen, modelaban ideas para fundar un centro de estudios superiores en Sonora. Entre ellos, destacaban Gilberto Suárez Arvizu, Gilberto Duarte Porchas y el propio Ahumada Ortiz.
Todos ellos, precursores de la idea universitaria, hicieron suyo el pensamiento de darle a Sonora una institución de enseñanza superior con personalidad jurídica y normas avanzadas en su estructura ideológica, e impulsaron postulados universales de autonomía y libre cátedra para todos los estratos sociales.
A principios de 1979, Moncada Ochoa entrevistó al oriundo de Soyopa, quien con su reconocida fluidez y florilegio verbal, señaló: “La creación de la Universidad de Sonora en mi tiempo se nos ocurrió a sonorenses que vivíamos en la ciudad de México. ¿Cómo no se le ocurrió a uno de los hijos de la chingada que vivían aquí atender el asunto de la educación superior? Apenas pensaron en una preparatoria. Los estudiantes se iban a los Estados Unidos… bueno, los que tenían dinero, y volvían hablando un idioma que no les entendían allá ni les entendían aquí porque no era ni inglés ni español. Muchos se quedaban allá y hasta se naturalizaban gringos para gozar los privilegios de los americanos”.
En la charla con el periodista, Ahumada escudriñó su memoria, y añadió: “Una vez me encontré a Gilberto Suárez haciendo antesala con Luis Chico Goerne, el rector de la Universidad Nacional. Yo era secretario del Departamento de Acción Social de la UNAM. Suárez me dijo: ‘ayúdame a que me reciba Chico Goerne’. Él quería fundar una preparatoria que se integraría al sistema educativo. ¡Qué preparatoria ni que la chingada!, le dije, ¡vamos a crear una Universidad! El gobernador Yocupicio estaba allí, en México, hospedado en una casa de asistencia, y fui a verlo. Allí se arregló que me viniera a Sonora como magistrado pero con la condición de trabajar en la creación de la Universidad.
El 10 de agosto de 1938, en un fogoso discurso ofrecido en el recinto del Poder Legislativo ante funcionarios, vecinos destacados y ciudadanos en general, Herminio Ahumada habló de las escasas oportunidades para educarse de los jóvenes, de los talentos, preclaros pero pocos, surgidos de Sonora, y de la urgencia, en fin, de crear la Universidad:
“Si queremos transformar el medio ambiente nacional, si queremos cambiar el sino de nuestra historia, eduquemos a nuestra juventud. Para ello es necesario, por lo menos, que contemos con una Universidad de Sonora hecha con el esfuerzo, con el sacrificio de cada uno de sus hijos. Universidad de Sonora, viejo anhelo romántico de mis años estudiantiles, santo anhelo que hoy veo surgir apenas como un intento y que mañana será realidad…”
El domingo 12 de octubre de 1941, en los terrenos de la Universidad de Sonora, en el marco de la ceremonia oficial de colocación de la primera piedra de los Edificios de la Universidad de Sonora, el poeta sudcaliforniano Leopoldo Ramos Cota, leyó su poema Alma Parens, cuyos primeros versos dicen: Una idea venida sobre el ancho azul del pensamiento, tiene puerto en el alma de Sonora… y, un año después, el jueves 15 de octubre de 1942 fueron inaugurados oficialmente los cursos en la Universidad de Sonora. Herminio Ahumada Ortiz no fue invitado a esas ceremonias.
Recibir sus cenizas es pagar parte de la deuda
En el marco del 56 aniversario de fundación de la alma mater, en homenaje póstumo y en cumplimiento a su deseo manifiesto antes de morir, en solemne acto realizado a las 11:00 horas del 12 de octubre de 1998 se colocaron en un nicho especial del edificio de Rectoría las cenizas de Herminio Ahumada Ortiz, como una clara muestra de inmensa gratitud por ser el impulsor de la creación de la Universidad de Sonora.
En esa ocasión, el rector Jorge Luis Ibarra Mendívil, ante la presencia de Rosario, María, Felipe y María Ángeles, hijos del ilustre fundador, externó que “recibir sus cenizas es pagar una parte de la deuda que la sociedad tiene con él”.
A su vez, Felipe Ahumada Vasconcelos señaló: “Mi padre amó a Sonora, y si tuvo que alejarse para cumplir sus cometidos, supe de sus añoranzas por la inflexión de su voz, por los gritos de su habla que la capital de su vasta geografía era su tierra, y el remanso de su espíritu era Sonora.
“Al partir a la Ciudad de México con el anhelo de continuar sus estudios, dejaba tras de sí lo que más amaba, optó con decisión pagando el precio de
la despedida y siendo un hombre que no gastaba el tiempo en autocomplacencias, transformó su dolor en la firmeza de una idea: fundar para Sonora una universidad que acogiera a los jóvenes de su tierra, que no fuera más la carencia de esta opción la razón que divide a las familias.
“No estaba solo, no era el único sonorense desterrado por la misma causa, y la siembra de su voz alcanzó la coronación de su convocatoria, y pronto la suma de las voluntades y la inteligencia de quienes compartieron la empresa tomó su cauce y hoy celebramos un aniversario más de esa inolvidable gesta. Y aquí están como genuino signo de ese tiempo la Universidad de Sonora, aquí sus mujeres y sus hombres, aquí el talento y la esperanza, la promesa cumplida y la brújula.
“Hoy también para mí, para nosotros, para los hijos y los nietos de Herminio Ahumada, es un día de despedida, nosotros partiremos. Para él es el retorno. El esposo, el padre, el abuelo se queda con ustedes”, concluyó.
Acto seguido, Rosario Ahumada y el rector Ibarra Mendívil depositaron la urna que guarda las cenizas en el nicho que fue cubierto por una placa de bronce, creada por el escultor Ciro Sotelo, sobre la cual reza “Impulsor de la creación de la Universidad de Sonora, ejemplo de hombre íntegro y universal”, después se montó una guardia de honor y se guardó un minuto de silencio en memoria del visionario precursor, de quien el rector dijo que “se tendrá para la eternidad, en estos muros, la presencia de uno de los pilares de la Universidad de Sonora”.
Reconoció la profunda labor de Ahumada para que en 1938 fuera aceptada por el Congreso del Estado y se establecieran las bases a través de la Ley de Enseñanza Universitaria No. 92, y cuatro años más tarde la Universidad abrió sus puertas a la juventud sonorense.
Herminio Ahumada Ortiz falleció en la Ciudad de México el 1 de julio de 1983. Aún resuenan aquellas palabras que pronunciara el 1 de septiembre de 1944 en la Cámara de Diputados al dar respuesta al Cuarto Informe de Gobierno del Presidente Manuel Ávila Camacho: “Nada degrada tanto el espíritu como el no perseguir en la vida un propósito levantado; desperdiciarse en tareas menores, en labores intrascendentes. Y más aún deprime el tener algo noble y provechoso que cumplir y no ponerse a realizarlo. Cierto que no todos estamos llamados a consumar obras superiores: el genio, el héroe, el santo son casos de excepción, pero cada uno de nosotros tiene ante sí algo grande que realizar…”
Y Herminio Ahumada hizo posible el sueño de cientos… de miles de jóvenes sonorenses: realizar estudios superiores en su propio estado, en la Universidad de Sonora.
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