EL AGRAVIO
CAPITULO TRES DE CUATRO
Hace cerca del siglo, cinco personas importantes del pueblo, seguidores de la política anticlerical del gobierno, decidieron apoyarlo robándose al Nazareno del templo de San Diego de Alcalá de Pitiquito.
Miguel Méndez narra la historia de este hecho, que tuvo consecuencias no solo para el quinteto sino para toda la comunidad, y de cómo el pueblo resarció este gran agravio…
LA NOCHE QUE MARCÓ AL PUEBLO
CAPÍTULO III. EL AGRAVIO
por Miguel Méndez.
Salieron de la cantina y encaminaron sus pasos rumbo al templo. Aunque ya era de noche y en realidad el alumbrado público era escaso, por no decir que inexistente, de alguna manera se alcanzaba a ver la silueta hermosa del templo de San Diego de Alcalá, que había sido fundado por el Padre Eusebio Francisco Kino en 1679, 1683, años más años menos, y que tenía la característica arquitectónica de todas las misiones fundadas por él.
Aunque a través de los años el templo había sido prácticamente terminado, en los 1920s las paredes exteriores estaban en su mayoría aún sin enjarrar, estaban pelonas, pero eso no le quitaba belleza. Dicen que cuando el Padre Kino trazaba un nuevo templo, lo orientaba hacia donde él pensaba que debería de desarrollarse el pueblo, el caserío de los habitantes, para que de esa manera el altar mayor, estuviera siempre bendiciendo al pueblo. En el Pitic (Que en realidad así se llamaba Pitiquito), resultó que el pueblo se desarrolló y creció hacia el otro lado, de tal manera que el templo daba la espalda a la mayoría del pueblo. Siempre hemos sido contreras dirían los pueblos vecinos. Con el correr de los años y el crecimiento poblacional, eso se “corrigió”.
A pesar de ser una “misión” fundada por Kino, el Pitic nunca tuvo un sacerdote a cargo, es decir, de planta; en los 1700s y parte de los 1800s era “visita” de la Purísima Concepción de Caborca que dirigía Fray Faustino González. Después pasó a pertenecer a la Guadalupe de Altar. Había sacerdote sólo por temporadas cortas. Sin embargo el fervor religioso nunca decayó, sino al contrario siempre fue y ha ido en aumento.
___Amigo Cantinero – dijo el Maestro—porque no se va adelantando y trata de hablar con la persona esa Matuz que dice que nos puede ayudar.
___ Me parece muy bien—respondió el Cantinero y comenzó a apresurar el paso. Rápidamente dejó al grupo atrás.
___ Miren—dijo el Tendero—yo propongo que nos vayamos despacio y que nos escondamos ahí a una cuadra de la iglesia, para que el Cantinero llegue con Chuy Melendrez y abran la puerta. Digo para que no nos vea a todos.
___ No sea puto—dijo el Ranchero — en esto estamos todos ¿No? Ándele échese un trago largo pa que se le quite el miedo.
___Bueno, bueno – respondió el Tendero – pero no es miedo hombre, simplemente es ser cautos como dijo el Maestro.
La cantina no estaba muy lejos del templo. Bueno en realidad nada estaba lejos de nada. Llegaron en 15 minutos. Llegaron por atrás y se esperaron por el costado éste donde había una puerta lateral.
El Agricultor sacó un envoltorio de la bolsa del pantalón y se puso a liar un cigarro con tabaco cultivado ahí en el pueblo. Echando la primera bocanada de humo, dijo:
___Si saben que aquí espantan ¿no?
___ ¿Dónde – quiso saber el Maestro – en el templo o en el cementerio aquí al lado? Porque en el cementerio pues es normal hay muchas historias de aparecidos.
___No –dijo el Agricultor—aquí adentro de la iglesia. Las mujeres cuentan historias. Dicen que allá atrás por el otro lado, donde están los arcos, ahí se pasea un monje con hábito y toda la cosa, camina rece y rece.
___Y también hay gente que dice que se les aparece un perro negro, adentro. Lo sacan y al rato ahí está de nuevo adentro aunque le cierren la puerta. Dicen que es muy feo y con los ojos rojos. – acotó el Ranchero.
___Y hablan de un padrecito vestido con sotana negra que se aparece en el altar y en el púlpito, le hablan y no responde. Camina y atraviesa paredes.—platicó el Tendero.
___Pues yo no creo en esas cosas – dijo el maestro—el que se murió se murió y punto. Ni se va a ningún lado, ni se queda aquí, simplemente ya se desaparece de este mundo. Por eso la iglesia tiene embrutecido al pueblo con puros cuentos.
“Salud” brindaron todos de nuevo ahora tomando la botella directamente.
En eso se oyeron unos pasos y voces. Era el Cantinero que venía ya acompañado por Meléndrez y éste traía una barra metálica en la mano.
___Quibo—saludó Meléndrez – échense un traguito no? Pa acabar de despertar pues.
Alguien le pasó la botella y se echó un trago largo. – ¿Ora si, por donde quieren entrar?
___Pues por la puerta— se burló el Ranchero – por donde más.
___Pues es que existe esta puerta, la lateral, y esta la puerta principal, ¿por cual?
___Por la principal—afirmó el maestro— creo que será más fácil.
Hago un alto en la narración para dejar en claro que hay dos versiones respecto a cómo se introdujeron a la iglesia. La primera dice que la persona que les ayudó, hizo un hoyo en la pared al lado de la puerta, con la barra, y por ahí entraron; la segunda dice que simplemente violaron la cerradura antiquísima que tenía la puerta y trozaron unos candados puestos recientemente. En lo personal me quedo con la segunda versión. Conociendo el templo cualquiera se da cuenta que las paredes son anchísimas, mas de medio metro de ancho y con una mezcla de piedra, adobe y cal. Habría sido muy difícil y tardado tratar de abrir un boquete en la pared.
Se aclara igualmente que el tal Chuy Meléndrez no participó en lo que pasó después. Solo ayudó en poder tumbar cerraduras y abrir puertas y se fue a su casa, no entró al templo.
Las puertas cedieron. Entre dos, las empujaron suavemente hacia adentro. La edad de las puertas y de la madera se notó, con el tremendo chirriido que hicieron al irse abriendo, como si se estuvieran quejando de algo. Si hubieran ido en sus cinco sentidos y no alcoholizados, se habrían dado cuenta que ese ruido no era normal.
Se quedaron parados, como congelados, los cinco, en la entrada del templo. Hacia adentro aquello era tan negro y oscuro como el luto de una viuda. Se hizo un silencio muy molesto, un silencio que comenzó a trastornarles la cabeza. Nadie quería dar el primer paso. Todos comenzaron a sentir que algo estaban haciendo mal. La botella pasaba de mano en mano y de boca en boca. Como siempre el Maestro que era la mente más fría, tomó la iniciativa y comenzó a dar unos pasos:
___Vamos pues—dijo – a lo que venimos.
___Pérese Maestro ¿cómo vamos a aluzar? – dijo el Agricultor — al tempo que sacaba unos cerillos y al encender uno, se iluminó momentáneamente aquella bóveda oscura y negra como el más negro. Fue suficiente para alcanzar a ver unas veladoras de cera en el piso. Tomaron una cada quien y las encendieron con manos temblorosas. Todos tenían miedo, pero ninguno decía nada. Ya habían jurado y dado su palabra. Y la palabra es la palabra.
Apuraron otro trago más a la segunda botella. Se alumbraron unos a otros viéndose las caras. Caras de susto, de borracho; pero nadie dijo nada.
___ A ver compañeros — dijo en un susurro el Maestro—hay que decidir a cuál de los santos nos llevamos.
___ Ps al mas chingón de aquí – dijo el Ranchero – a San Diego. Dicen que es de madera y está muy liviano.
___No no estás loco – dijo el Tendero – San Diego es el más importante en el pueblo, si nos lo robamos, el pueblo se queda sin fiestas, a quién le vas a hacer fiestas y pa´ encontrar otro igual imagínate.
___ Si tiene razón –dijo el Cantinero – es más fácil reponer un Cristo, de esos hay muchos y en todos lados los encuentras.
___ Ora pues, vamos.
Avanzaron lentamente por el centro del templo, el piso era de ladrillo y había muy pocas bancas. Con la luz de las velas se iluminaba poco y se reflejaban sombras por todos lados.
Iban rumbo al altar mayor, el del centro, para tomar el Cristo que estaba ahí, en su cruz. Y alguien dijo:
___Oigan miren, ahí al lado – y caminando unos pasos se situó al lado de una imagen y la iluminó – miren este Cristo esta mejor, se va a notar más. – y así diciendo se paró atrás y le dio tremenda patada a la imagen de bulto, que cayó al suelo haciendo tremendo ruido. Con el golpe, se aflojó la cabeza.
Era Jesus Nazareno, una imagen casi de tamaño natural, con sus vestiduras y la corona de espinas en la cabeza.
Jajajajajajaja rieron todos. “Eso estuvo bueno” “SI que sea ese mejor”. En eso se oyó un golpe seco, como si alguien hubiera dejado caer algo muy pesado, al fondo del templo y todos callaron momentáneamente. Una de las hojas de la puerta principal comenzó a chirriar de nuevo, pero ahora se estaba cerrando. Se oía espantoso, como si estuvieran frotando fierro contra fierro. Levantaron las veladoras y se miraron las caras, asustados.
___Rápido – dijo el Maestro— orale no vaya a ser que alguien venga.
Antes de salir recorrieron rápido el altar mayor y tiraron al suelo las imágenes que encontraron, algunas se hicieron añicos. Todo de prisa y sin pensar en nada más.
El Agricultor sacó un paliacate de la bolsa del pantalón y tomando la cabeza del Nazareno la desprendió a jalones y la envolvió en el paliacate.
___¡Orale, vámonos!!! — gritó— y todos salieron corriendo, tirando botellas de licor que llevaban.
Corrieron todos juntos casi empujándose, hasta llegar a la Cantina de nuevo. Abrieron, se metieron a empellones, cerraron por dentro y pusieron el paliacate con la cabeza en la barra de la cantina. Sudorosos y asustados, pero eufóricos. Mas licor para pasar el susto. Y gritos de “A la madre!!” “Ahora si, esto ya se chingoo” “Por poco nos agarran jajajaj” “Dale un traguito al Jesús este, debe venir miado del susto también jajajajajaja” Y le echaron un chorrito de mezcal en los labios a la cabeza en el paliacate.
___Pos si tomaba vino el cabrón – dijo el Cantinero – también debe tomar mezcal jajajajaja. Y bañó la cabeza con mezcal, a la vez que todos reían.
Asi transcurrieron varios minutos en los que se pasaban el paliacate con la cabeza del Nazareno, unos a otros. El Ranchero la tomó la levantó con una mano en alto y dijo:
___Te viera mi vieja Rey de Reyes, se moría del coraje jajajajaja.
___Y si lo viera a usted amigo Ranchero, lo mataba jajajajaja – dijo el Tendero—a ver páseme esa cosa.
El Ranchero puso la cabeza en la barra y la hizo rodar de una punta a otra donde estaba el Tendero. Este la tomo y viéndola directamente a los ojos le dijo:
___Qué vamos a hacer contigo Jesús. Fíjate, quién iba a pensar que ya fuiste el mensajero hace 1920 años y ahora serás de nuevo el que mande el mensaje, pero imáginate, Jesusito, ahora les darás un mensaje a la gente de Pitiquitoooo cabrón!!! Jajajajajajaja
___A propósito amigos – dijo el maestro en voz alta, después de mantenerse muy callado—esa es una buena pregunta. ¿Qué vamos a hacer con esa cosa? ¿Alguno de ustedes tiene dónde guardarla?
Todos respondieron que no y que por ningún motivo la llevarían a su casa o alguna otra parte.
___Entonces – dijo el Cantinero—se me ocurre que podemos enterrarla, al fin y al cabo no tiene ningún valor de nada. Mañana cuando alguien pase por la iglesia la verán abierta y verán el desmadre adentro y bueno… el mensaje habrá llegado ¿no?
___¿Estan de acuerdo? – preguntó el Maestro – porque yo si y en cuanto antes mejor, ya se esta haciendo muy tarde.
___Traete una pala pues – dijo el Agricultor al Cantinero.
Salió al patio y regresó con lo solicitado, una pala.
___Vamos pues y no se les olvide el bulto – dijo el tendero—es más yo me lo llevo. Y procedió a tomar el paliacate de nuevo y al estar envolviendo la cabeza, pegó un grito:
___AYYYY!!! Chingado, algo me picó en la mano, has de tener alacranes Cantinero. A ver alúcenme la mano.
Acercaron una lámpara y efectivamente se veía un piquete en el dedo índice con un punto de sangre que brotaba.
___Si parece picada, pero de qué. ¿Le duele Amigo Tendero?
___No me duele—respondió – solo sentí un piquete y me dolió, pero ya no.
Otro acercó la lámpara a la cabeza del Nazareno y vió en una de las espinas de la corona de espinas, que estaba un rastro de sangre.
___ Ahí está tu alacrán mira — dijo riendo – te picó el Cristo jajajajaja bueno su corona de espinas. Se está vengando el cabroncito jajajaja
Todos respiraron aliviados. Se pusieron sacos y sombreros y el Cantinero cerró de nuevo con llave. Tomaron rumbo al este, su plan era salir del pueblo y llegar al monte, por ahí cerca del puerto, donde nadie pudiera verlos y donde se pudiera enterrar la cabeza con seguridad.
CONTINUARÁ
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