Para mí la época más maravillosa de Hermosillo fue la de los años ochentas, porque en ese entonces se estilaba:
Emocionarse cuando pasaba una avioneta y gritarle ¡tira papeles!.
Salir a hacer montoncitos de tierra, cuando pasaban las máquinas raspando la calle.
Escuchar los gritos de mi’amá cuando empezaba a llover ¡tapen los espejos!».
Hacer ‘carritos de bering’ para dejarnos venir de bajada de cualquier lomita.
Cazar «güicos» y porohuis en los patios o el monte.
Entrar al matiné los domingos en el Cine Nacional.
Comer taquitos de barbacoa con una malteada en el Mercado Municipal.
Las «rialadas» de la Policía.
Jugar Pac-Man en las maquinitas del Parián.
Comprar tortillas de maíz y comerse una en el camino.
Golpear con la rodilla el envase de soda cuando nos mandaban a la tienda.
Trozarse la camisa cuando cruzábamos un cerco.
Ver bañar a los niños en el lavadero para que se les quitara el calor.
Comer a medio día sopa de codito La Romana y de tomar, un vaso de «Culey» de fresa.
Ir a cazar pichones y lazarse con piolas y caer en el trigo almacenado en la Despepitadora, allá en la Piedra Bola
Las graduaciones y tardeadas en el Bloky’O, en el Nova Olympia.
Ver los programas Risas, Estrellitas y Sonrisas, Lluvia de cheques (El preguntón).
Comer una hamburguesa en el «Japs».
Entrar a hojear revistas a Librolandia.
Ver al Santa de Mazón y entrar a pasearse en las escaleras eléctricas.
Comer taquitos de chilorio en el Kiosco Fina.
Subirse al camión y querer ir para el lado de la ventana o sentarse en asiento individual que estaba a un costado del chofer.
Las goteras adentro de la casa.
Dormir en el patio, en un catre o una tarima.
Saborear las paletas de crema Oro Puro.
Escuchar narrar a don Fausto Soto Silva, un partido de los Naranjeros.
Llevarnos los domingos al paseo de Topahue.
Acudir al grito el 15 de septiembre en Palacio y regresarse en «bolita» a pie.
Jugar «beis» en la calle.
Contestar «come torta con tu hermana la gordota», cuando preguntábamos algo y nos decían ‘qué te importa».
Pedir «clin» para decir algo y perdíamos cuando otro gritaba ¡pido la palabra de Dios».
Ver bailar al «Frijolitos Pintos» el » Chapotea» con los Comandos del Oeste en el Reventón Norteño, por el Canal 6.
Ir de coleros a club Orquídea, la cancha del Choyalito armados con un velocímetro y la baica.
Pintearsela para ir a la cueva de Santa Martha.
Comer un pan birote con queso y compartir una soda Pepsi.
Ver fumar a los más grandes y no decir nada.
Pintearsela, ir al Parián y andar pidiendo un peso para el ruletero.
Colgarse en la defensa de los carros, agachado para que no los viera el conductor.
Tomar agua bien helada de una tinaja.
Andar asoleado y tomar agua directamente de la primer llave que encontrábamos en el camino
Cortar guamúchiles.
Tomar añil para el empacho.
Correr llorando, cuando veíamos llegar a la casa a la señora que inyectaba, con su estuche de fierro.
Mandarnos a la tienda con un trozo de cartón del arroz San Martín, para que nos apuntaran lo fiado.
Despertarse muy temprano, para comprarle un litro de leche al señor que nos vendía y traía un carro que el claxon era como el mugido de una vaca.
Llorar para que nos llevaran a visitar a los «Tatas».
Esperar al papá, para que nos diera «taquitos paseados» cuando llegaba del trabajo.
Pelearse con los hermanos, por el campo donde pegaba más el aire del «culer».
Irse con los vecinos, en la caja de un carro o un tonelada a Tastiota o Kino.
Tomar soda en bolsita.
Esperar con ganas salir de la escuela, cuando se peleaban los chamacos y oír que decían “te espero a la salida” ¡era «tiro» seguro!.
Sentarse en la noche abajo de un poste de luz y contar historias de terror.
Contar los satélites, cuando dormíamos en el patio.
Salir a la calle con la «resortera» en el cuello.
Salir a medio día descanso a echarle agua al culer y estarse quemando los pies.
Ir al V.H
Escuchar música del «Apache» a todo volumen en los camiones.
No perderse los lunes el programa del «Chavo del 8».
Comerse el sobrante del puré Valvita en lata.
Ver pasar los vochitos amarillos con cola de ratón.
Ir a comprar estampas a Casa Romo
Comer ‘choco pakín’ con el dedo.
1 comentario en «EN LOS OCHENTAS SE ESTILABA…»
Hermosos recuerdos llegaron a mi mente , lograste no solo acordarne de esos momentos que se vivían en los ochenta , si no también acordarme de aquellos amigos que fueron participe de mi infancia y adolescencia, Gracias !
Hermosos recuerdos llegaron a mi mente , lograste no solo acordarne de esos momentos que se vivían en los ochenta , si no también acordarme de aquellos amigos que fueron participe de mi infancia y adolescencia, Gracias !