3 de diciembre de 2024

LA NOCHE QUE MARCÓ A PITIQUITO

La Noche que marco al pueblo - Pitiquito y sus recuerdos

CAPITULO FINAL Y EPÍLOGO

«Fue un día muy feliz para el pueblo, un día de alegría, cuando se hizo el desagravio de aquella ofensa tan espantosa y horrible”

A fines de los 20 del siglo pasado, cinco personas importantes del pueblo, seguidores de la política anticlerical del gobierno, decidieron apoyarlo robándose al Nazareno del templo de San Diego de Alcalá de Pitiquito…

Miguel Méndez narra la historia de este hecho, que tuvo consecuencias no solo para el quinteto sino para toda la comunidad, y de cómo el pueblo resarció este gran agravio

LA NOCHE QUE MARCÓ AL PUEBLO

CAPITULO IV

por Miguel Méndez.

Caminaron unas cuadras y luego ya se acabó el caserío. Se internaron en el monte y siguieron caminando. Se metieron al lecho seco del arroyo que bajaba del cerro y atravesaba el pueblo y lo siguieron hacia arriba. Era más seguro pues no tenía tanto obstáculo de piedras y arbustos. El Cantinero llevaba la pala y el Maestro llevaba “el bulto”.

Llevaban unos 15 minutos caminando y “el bulto” le comenzó a pesar, se le cansó el brazo como si llevara una carga de varios kilos. No comentó nada pero si le pasó “el bulto” al Agricultor y éste no notó nada extraño.

Caminaron unos 10 minutos más y salieron del arroyo y comenzaron a subir la falda del cerro, rumbo al norte, para alejarse del camino, que pasaba por el puerto en el cerro de enfrente, el cerro picudo. Es decir, ellos iban rumbo al otro cerro.

Unos cien metros después, encontraron unos mezquites grandes y unas cinitas y pitahayas; había mucha hediondía también y choyas. Ahí les pareció buen lugar.

-Aquí parece bien — Dijo el Ranchero – Cantinero usted trae la pala, pues usted empiece el hoyo ahí abajo del mezquite aquel. No muy hondo, con un metro es más que suficiente.

Era un terreno duro y pedregoso, sumamente difícil de escarbar. Los demás seleccionaron una piedra cada quien y se sentaron.

Prendieron una cachimba que de último momento había tomado el Cantinero antes de salir. Eso iluminó un poco el lugar donde inició el hoyo.

Cuando el Agricultor se sentó se puso “el bulto” en las piernas. Unos momentos después sintió que se mojaba el pantalón y extrañado sacó los fósforos para prender un cigarro y a la vez ver que sucedía, porqué sentía mojado el pantalón. Como si la cabeza estuviera mojada. Sentía el paliacate empapado, pero mientras liaba el cigarro, pensó que era el mezcal que le habían echado a la cabeza, había escurrido por encima del paliacate y por eso estaba empapado. Sin duda eso era. Además la borrachera no lo dejaba pensar muy bien.

De todos modos, sentía las manos pegajosas, como que no era mezcal. Se levantó y acercó a la luz de la cachimba y descubrió la cabeza. Estaba el rostro casi cubierto de rojo. Le pasó un dedo y lo olió.

__¡¡A la madre!! –pegó un grito a la vez que soltaba la cabeza – esta cosa está chorreando sangre ¡¡Miren!!  ¡¡Y ya me jodió el pantalón!!  — y le dio una patada para acercarlo a donde estaban sentados los otros.

La cabeza rodó y quedó en los pies del Tendero con el rostro hacia arriba. Como estaban más o menos a unos 10 metros de donde estaba la cachimba, la luz no llegaba muy bien, solo penumbras. El tendero se agachó y extendió las manos para tomarla pero… pegó un grito y se levantó alejándose:

___!No, no puede ser! ¡Esta moviendo los ojos! ¡!Esta parpadeando!! ¡!Lo juro!! Lo juro!!

___Estas viendo visiones amigo Tendero – le dijo el Ranchero – los dos. Al Agricultor y a ti ya se les subió el mezcal. Será mejor que ya dejen de tomar amigos.

El Cantinero redobló su esfuerzo al cavar; comenzó a dar paladas con más ímpetu y rápidamente comenzó a sudar a chorros. También él sentía como que se le erizaban los bellos de los brazos y de la espalda, pero calló.

___¡Calma amigos, calma! — dijo el Maestro en voz alta – aquí lo que corresponde es no perder la compostura.

___No Maestro, ¡por favor!  –clamaba el Tendero – es verdad lo que digo, movió los ojos. Si no me cree, véalo usted mismo.  Y pateó la cabeza hacia donde estaba el Maestro.

Este se agachó, la tomó y se acercó a la luz y todos se arremolinaron a su rededor. La  sostuvo con la mano izquierda y con la derecha, lentamente comenzó a desenredar  el paliacate, todo sucio de tierra, hojarasca y sangre… quitó un lado y se descubrió el cachete derecho ensangrentado; con la mano temblorosa, quitó el otro lado con cuidado… La cabeza del Cristo tomó vida en sus manos y sus ojos se abrieron se movieron de izquierda a derecha y clavó su mirada en todos ellos…

La cabeza salió disparada de sus manos, del susto, y todos los cinco corrieron despavoridos unos metros. “No puede ser” “Ya nos cargó el demonio” “Es un castigo divino” eran las voces entrecortadas, que se oían. Respiración agitada, se frotaban los ojos como queriendo despertar de una pesadilla. De nuevo el Maestro intervino:

___ Compañeros, calma. Si, es verdad todos lo vimos, pero es solo una cabeza de madera, no puede tener vida propia, ni es cosa divina ni nada de eso. Lo que debemos hacer es terminar ya esto de una vez.  Hay que enterrarla ya.

Lentamente, con más miedo que ganas, se fueron acercando a donde estaba la cabeza. Estaba inanimada. Inmóvil. Como la habían visto siempre. Respiraron más tranquilos. Con los pies la comenzaron a empujar hacia el hoyo donde cayó.

Con la pala uno y con los pies los demás echaban tierra para taparla.

Lentamente al principio y después más rápido, la cabeza comenzó a moverse hacia los lados, como quitándose la tierra, como si estuviera unida a un cuerpo.

El Agricultor desesperado se le echo encima para tratar de detener el movimiento.

___!! Parate hijo de la chingada!! ¡!Párate demonio! – la tomaba con las dos manos y se le sacudía de un lado a otro.

___El Cantinero acertó a agarrar la botella de mezcal y le echo a la cabeza, que dejó de moverse momentáneamente. El Agricultor se incorporó, salió del hoyo y dijo “prendan fuego, échenle un fósforo!!”

Se oyó un chasquido y se prendió un flamazo que atravesó el aire hasta caer en la cabeza que comenzó a arder. Se movía como si estuviera viva, los ojos se abrían y cerraban, sangraba de la corona de espinas a borbotones; le salían lágrimas de los ojos. El maestro tomó un palo y con él le pico ambos ojos fuertemente, varias veces, hasta que ya sólo quedó un hueco en donde estaban los ojos.

Un concierto de perros se comenzó a oir a lo lejos, perros ladrando, perros aullando, fue creciendo poco a poco, hasta que parecía que todos los perros del mundo ladraran juntos; aullidos de coyote muchos, se oian en los cerros.

Era un ruido ensordecedor. Se oían voces como murmullos, muchas voces, fue creciendo hasta parecer que un ejército estaba murmurando al mismo tiempo alrededor de ellos.

Asustados, histéricos, se movían de un lado a otro tapándose los oídos. “Qué es esto” “Qué pasa, quién viene” “Nos van a fusilar con seguridad”.

Voces, voces fuerte, aullidos de animales como si lloraran, aleteo de aves, como si fueran un millón de aves aleteando juntas, se oía el ruido.

El Tendero corrió a donde estaba ardiendo la cabeza y se paró arriba de ella y comenzó  a brincar como queriendo romperla y con ello acabar con eso. Salieron chispas, muchas chispas como si fuera una lluvia de chispas que se fueron juntando como remolino alrededor de ellos y luego se elevaron al cielo en la oscuridad de la noche.

Alguien tomó la pala y la comenzó a clavar en la cabeza hasta que se partió. A cada palada, los aullidos y los aleteos y las voces subían de tono, se oían con dolor, con sufrimiento.

Por fin el de la pala logró tapar con tierra lo que quedaba y gritó:

___¡¡Listo ya la enterré, ya vámonos amigos ya corran!!

Todos corrieron y atrás de ellos se oían las voces, miles de voces y solo se alcanzaba a entender “siempre malditos”. Aves negras como auras, cientos, miles, volaban detrás de ellos.

FIN DE LA HISTORIA -CONTINÚA EL EPÍLOGO.

Puede ser una imagen de una o varias personas e interior

EPÍLOGO

Cuando los hechos históricos no son muy favorables o son tristes o son de derrota para una sociedad, normalmente ésta, suele olvidarlos o hace todo lo posible por no recordarlos. Así sucedió con esta historia. Es real, los hechos ocurrieron, las personas existieron, pero a fuerza de ocultarlo como un suceso vergonzoso, terminó convirtiéndose en leyenda o en mito. Y como toda leyenda, hay varias versiones en las que varían los nombres de los protagonistas, o varía el número de participantes o varía la forma en que ingresaron al templo o lo que hicieron dentro. Lo que es constante y permanece en todas las versiones, es el hecho mismo, la profanación del templo religioso, la destrucción de imágenes, la sustracción del Nazareno y su quema y destrucción posterior.

Las versiones varían también en la forma como murieron los protagonistas que es parte importante de esta historia. Pero lo que es constante es que todos tuvieron una agonía y muerte horrible, extraña, anormal y acorde con lo que hicieron y la participación que tuvieron.

Por ejemplo, se dice que quien le pico y sacó los ojos al Nazareno, murió ciego o casi ciego y viendo en su agonía cosas horribles.

Se habla de otro protagonista que cuando murió hacía mucho calor para velarlo dentro de la casa y sacaron el cuerpo al patio para velarlo. En pocos minutos el patio, las bardas, la casa, los techos de las casas cercanas, se llenaron de auras (zopilotes) cientos de ellas como no se sabía que hubiera en el pueblo. Y tuvieron que correr a sepultarlo.

Otro más se dice que murió ahogándose, sin poder respirar y que tuvo una larga y fea agonía en la que dejaba de respirar por momentos y luego volvía a la vida. Previamente había sufrido años de una especie de depresión, ausente, ensimismado, y oyendo voces.

40 años después a finales de los 60s, Pitiquito seguía adelante, con dificultades, no tan rápido como hubiese sido lo deseable. Los viejos del pueblo atribuían mucho de lo que pasaba a que debido a esos acontecimientos de 40 años atrás, el pueblo había quedado marcado. No lo decían en voz alta, pero si lo pensaban y lo comentaban entre ellos.

La historia era un secreto, a los niños no se nos contaba, si acaso la escuchábamos por accidente. Pitiquito era un pueblo estancado, no había fuentes de empleo, el agua se acabó, las acequias dejaron de correr, las huertas se secaron; si salías a estudiar no volvías. Varias familias salieron a otros pueblos con el correr de los años.

Dejo el relato a mi madre Isabel de Méndez:

“En 1967, 68, estaba muy enferma doña Lolita de Ortega, mamá de Pancho Ortega y fui a visitarla. Platicando con ella, me dijo

“No quiero morirme sin que se haga el desagravio de aquella ofensa tan espantosa y horrible”. Saliendo de ahí me fui pensando que era verdad, ya era tiempo de hacer algo y ese algo era reponer el Nazareno y hacer la ceremonia de Desagravio.

“Le platiqué a Licha Fontes de Durán y se entusiasmó igual que yo. Juntas comenzamos a investigar y a visitar a otras personas. Rápidamente hubo mucho entusiasmo en el pueblo y muchas otras mujeres comenzaron a agregarse, María Gamboa, Alicia Aguire, Ma. Teresa de Vidal, las Estrella, etc. Había que juntar dinero para encargar la imagen del nuevo Jesús Nazareno a la ciudad de México. Fuimos a Caborca con el padre González le platicamos, le encantó la idea y nos dio un mazo de llaves para que abriéramos las alcancías que estaban empotradas en las paredes en la iglesia(Yo recuerdo ese mazo de llaves, eran muchas, más de cien de todos tipos, tamaños y formas). También nos mostró un catálogo de imágenes para que viéramos cuál era y pudiéramos encargarlo.

“Pasamos todo un día probando las llaves hasta que logramos abrir las alcancías. Ese fue el fondo monetario de inicio, no era mucho pero ya teníamos algo. El nuevo Nazareno nos costaba 28 mil pesos en la ciudad de México. Hicimos muchas actividades y solicitamos apoyos a mucha gente. Se enviaron cartas a  personas del pueblo que vivían fuera. La respuesta fue excelente, con mucho entusiasmo colaboraron todos.

“Cuando completamos el dinero, se hicieron llamadas a la fábrica a México, se les explicó y se les envió información de lo que queríamos.

“Meses después, la imagen llego por tren, fuimos a la estación a recogerla tu papá y yo, la llevamos a la casa y… no era. No era la imagen que queríamos ni era la que habíamos encargado. (Le pido al lector se ubique en la época, 1968, mala comunicación telefónica y difícil, casi todo era por correspondencia). Hubo desilusión. Regresamos la imagen a México y nos regresaron el dinero.

“Yo sabía que en Altar había una imagen como la que queríamos. Un día agarre el pickup y me fui con una muchacha fotógrafa del pueblo (Supongo era la Carmelita Leon) y tomó fotos de la imagen en Altar. Esas fotos mandamos a México y ya nos respondieron que si lo tenían y que nos lo enviarían.

“Meses después llegó la imagen y se hicieron los preparativos para el DESAGRAVIO. Fue una ceremonia muy bonita con el Arzobispo y varios sacerdotes presentes, se cargó la imagen en procesión hasta el lugar en el cual se le había quemado y se había concluido el agravio. Ahí se hizo la ceremonia oficial. Fue un día muy feliz para el pueblo, un día de alegría. Para celebrar se hizo una comida afuera del templo a la que fue todo el pueblo”

En lo personal recuerdo perfectamente ese día porque entre otras cosas ayude en los oficios como acólito al Padre Alejando Valdivia. No sé si sería casualidad, el signo de los tiempos que todo estaba cambiando, o sería karma, pero desde ese día en el pueblo se comenzó a respirar otro ambiente; comenzó el progreso en serio, buenas siembras, buen ganado, drenaje, pavimentación, escuelas, maquiladora, etc.

Lo que si estoy seguro es que éste es un suceso QUE NUNCA DEBERÁ REPETIRSE y aunque me tomé muchas libertades literarias y puse mucho de mi imaginación, la intención sana y simple, es dejar un mensaje a las nuevas Generaciones. No faltará quien diga que porque sacar estas cosas negativas en lugar de las positivas. No me importa. Ya las platicaremos. Solo los Pitiqueños sabemos la multitud de historias, personajes, cuentos, aventuras, etc., que son y han sido el cimiento de nuestra formación. Por eso a veces no nos entienden en otros lados pero también por eso hay paisanos distribuidos por todo el mundo (literal) deseando estar ahí, en el pueblo.

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