UN EPISODIO VERGONZOSO
CAPITULO UNO DE CUATRO
En los años 20 del siglo pasado, en tiempos de la persecusión religiosa en México, cinco personas importantes del pueblo, seguidores de la política anticlerical del gobierno, decidieron apoyarlo robándose al Nazareno del templo de San Diego de Alcalá de Pitiquito…
Miguel Méndez narra la historia de este hecho, que tuvo consecuencias no solo para el quinteto sino para toda la comunidad pitiqueña y de cómo el pueblo resarció este gran agravio…
LA NOCHE QUE MARCÓ AL PUEBLO
Por Miguel Méndez.
CAPITULO UNO: UN EPISODIO VERGONZOSO
ACLARACIÓN
En algún año entre 1925 y 1929 sucedió la siguiente historia, que no es leyenda ni mito, es una historia real que sucedió en el pueblo y protagonizada por personas del pueblo. Con el fin de no lastimar a ninguna familia actual, omito intencionalmente los nombres de quienes participaron.
De nuevo hago la reiterada aclaración de que tomo datos de la tradición oral de mi familia, por lo que pueden o no coincidir con las versiones de otras familias.
Así mismo, la narración será “novelada”, es decir se escribirá como si fuera una novela.
ANTECEDENTES
Era un día que pintaba para ser como cualquier otro en el Pitiquito de los años 20s del siglo pasado. Aunque «oficialmente» la lucha armada llamada revolución ya había concluido, en el país aún se vivía un cierto reacomodo de las fuerzas y grupos que habían triunfado en la Revolución. El grupo Sonora era el que prácticamente estaba gobernando: Álvaro Obregón asumió la Presidencia, se quiso reelegir, lo asesinó y le siguió Plutarco Elías Calles.
Elías Calles considera que sí mismo como un «progresista» y sus ideas eran las últimas de un estado fuerte y el rector de la vida nacional. Era anticlerical; no es que fuera no creyente, sino que era no practicante de la religión y pensaba que la iglesia tenía demasiada inyección en el gobierno por lo que tenía que ponerle un freno. Promulga la Ley de Cultos en la reafirmaba la separación de la iglesia y el estado, prohíbe las celebraciones religiosas y «expropiadas» los bienes de la iglesia principalmente los templos, conventos, escuelas católicas, etc. de todo el país.
Eso provocó y dio inicio a otra guerra interna entre 1924 y 1929. La «Guerra Cristera» se le llamó. Su epicentro principalmente en Jalisco, Nayarit, Michoacán, Guanajuato, Querétaro, Zacatecas, Hidalgo y Ciudad de México.
En el resto del país, incluidos Sonora, se cerraron los templos y los sacerdotes tuvieron que esconderse y andar un salto de mata. Fuera de eso, no había nada más.
A Pitiquito las noticias llegaban esporádicamente y con retraso de 3 meses en el mejor de los casos; rumores si había muchos; alguien traía un periódico atrasado de la capital y aunque fuesen noticias de 3 meses atrás, para el pueblo eran «calientitas». La radio era una novedad, estaba en pañales y Constantino de Tárnava (pionero de la radio en México) y apenas hacía las primeras transmisiones en Monterrey. Además en el pueblo no había electricidad.
Así es que la vida transcurrió con normalidad con los acontecimientos comunes en los pueblos, alguien más se va a casar y zutano falleció. El templo, estaba cerrado y no había sacerdote en el pueblo, ni en Altar, ni en Caborca, por lo que los bautizos y las bodas tendrían que esperar para … algún día, sin saber cuándo.
Hemos tenido un día fresco a pesar de que ya se anuncia el verano. Hemos tenido buenas equipatas en invierno pero siempre se deseaba más agua. Las huertas no sufrían de sed gracias al sistema de riego que se alimentaba de los aguajes en el río. Se aproximaba la cosecha de trigo que cada vez se sembraba en mayor cantidad para poder entregar en el Molino Harinero La Unión, que tenía apenas unos 13 años de construido. Un grupo de pitiqueños entusiastas habían constituido la sociedad que dio origen al Molino. Entre ellos Don Eduardo Bustamante (mi bisabuelo) quien puso las acciones a nombre de su hija Águeda Bustamante Lizárraga (mi abuela paterna). Algo insólito porque en 1909 ninguna mujer participaba en ningún tipo de negocio.
LA REUNIÓN
Por la tarde de ese día, un grupo de amigos había acordado reunirse para platicar “los últimos tiempos”, en casa de uno de ellos. Eran un Maestro de escuela, un Tendero, un Cantinero (Dueño de una cantina), un Labrador (Asi le llamaban al agricultor en esos tiempos) y un Ranchero (Dueño de un rancho). No eran ninguna persona del pueblo pues. Eran personas importantes e influyentes, todos sabían leer y escribir, todos registrados sus familias y su manera honesta de vivir.
El maestro en especial por su profesión, era un lector incansable y tenía contacto por carta con amigos de otras partes del país. Era fiel admirador del Presidente de la República a quien conocía personalmente. Podríamos decir que, del grupo de amigos, él era «el intelectual» sin demérito en nada al resto de sus compañeros, quienes eran brillantes «pensadores y conversadores», todos con ideologías muy similares.
Uno a uno tenía que llegar a la “oficina” que tenía el Tendero en su casa, atrás, en el patio y que tenía entrada independiente. En realidad, era un cuarto aislado del resto de la casa en el que acumulaba cosas personales entre ellas, un escritorio y un librero con libros, mapas, cartas y esas cosas. Ahi se reunió con sus amigos frecuentes, era un lugar discreto y jugaban barajas y dominó.
Cuando ya estaban todos, los cinco, sacó una botella de mezcal y ofreció una copia a cada uno.
La conversación fue más o menos así:
-¿Y qué hay de nuevo?.
-Pues lo último – dijo el Maestro – es que las fuerzas del ejército le asesinaron una paliza a los rebeldes en la zona de los Altos de Jalisco; Los templos están cerrados como sabemos pero la turba abrió y sacó las imágenes y los santitos.
La información dice que las fuerzas federales hicieron un cateo general en el pueblo y descompusieron todas las imágenes, cuadros y santos de bulto que encontraron, el apilaron en la plaza y les prendieron fuego.
-¡Bien! – dijo el agricultor.
-! Anda hasta que se está haciendo algo efectivo! – dijo el Tendero, casi eufórico.
-Y ¿cuándo fue eso? – quiso saber el ranchero.
-La última carta que recibí fue ayer, de un amigo de Guadalajara, y trae matasellos de hace más de un mes. – Respondió el Maestro
-A bueno no hace tanto – Dijo el Cantinero.
-Y ¿aquí en Sonora que se está haciendo? – pregunto el agricultor.
-Lo que sabemos es que el Obispo y la mayoría de los padrecitos andan huyendo por la sierra. Unos dicen que a la mejor se pasó al otro lado. No se sabe de enfrentamientos armados. Hubo algo en el sur por Álamos y otro levantamiento por rumbos de Granados, pero no fueron importantes.
-Yo lo que veo es que aquí en el estado la gente no quiere bronca. Están muy enojados en los pueblos porque están cerradas las iglesias y porque no se permiten los oficios, pero hasta ahí – opinó el Tendero.
-Si – dijo el Maestro – pero eso no quiere decir que en cualquier momento una chispa encienda la hoguera… Si los ánimos están caldeados, con cualquier loco que llegue al pueblo y se ponga un arengar y opinar, la gente se va a alzar.
-Ándale – terció el Ranchero – por eso mismo ya le pedí a mi compadre el Presidente Municipal que están muy pendientes de cualquier extraño que llegue al pueblo.
-Pues no hay que confiarse– terció el Cantinero– El otro día me dijeron que en Zaragoza por allá por rumbos de la Chineña, nos habían juntado unas pocas personas, muy sospechosos y sobre todo que habían llegado algunos señoras en carruaje, señoras de aquí del pueblo
-Pues es lo que quería yo comentarles – dijo el Maestro – por eso les pedí que nos juntáramos. Yo también supe de esa reunión, y al parecer hay algunas personas influyentes atrás de eso. Dicen que quieren abrir la iglesia, quitarle los candados y dejar que la gente vaya a visitar o visitar aunque no haya misas, ni bautizos ni nada de eso por no haber padre.
-¡Pero como es eso !! –gritó el Ranchero – eso sería una provocación abierta al gobierno y al presidente Calles. Estaremos violando la Ley. No debemos permitir que eso pase – dando un manotazo en el escritorio.
Eso es lo que el Maestro esperaba oír para iniciar su discurso:
-¡Exactamente! – gritó y se puso de pie caminando por el cuarto – Miren compañeros: Mis contactos en los pueblos de la región, desde Magdalena para acá, me comentan que hay todo un movimiento clandestino, oculto, pero apoyado por personas importantes en cada pueblo; ese movimiento, aunque no hay forma de comprobarlo aún, sin duda está preparando algo, ¿Qué? No sabemos, pero sospechamos que puede ser una toma generalizada de las iglesias de nuevo, eso para empezar, y después irían contra «nosotros» los «nacionalistas» los que apoyamos al presidente Calles. Por eso es imperativo que tengamos cuidado y andemos con pendiente.
Todos los presentes apuraron sus tragos, tragando gordo, y se sirvieron más del sabroso mezcal.
.Eso sería muy grave –dijo en voz alta el agricultor – ¿Entonces qué debemos hacer Maestro? ¿Armarnos?
-No necesito más – terció el Ranchero – Yo tengo varias armas por si alguien necesita.
.Yo quisiera saber de qué lado realmente está el Presidente Municipal – dijo el Cantinero – Conociéndolo yo tengo mis dudas de que nos apoye. Su mujer es casi una beata de la iglesia. Y es de las más disgustadas con la situación.
-No, no creo, mi compadre sí nos apoyará dado el caso, aunque la comadre se le eche encima, y es brava jajajajaja – dijo el Ranchero.
Todos rieron y apuraron el quinto trago de mezcal con lo que se acabó la botella, pero el cantinero había traído completar otra, la cual procedieron a abrir y llenar las copas de nuevo.
-A ver Maestro usted que piensa un poco más claro que nosotros, ¿qué propone? – Dijo el Tendero.
El maestro carraspeó un poco y se pasó otro traguito de mezcal y dijo:
-Yo creo que si nos quedamos de brazos cruzados, esperando a ver qué pasa o cómo se enfrentan los acontecimientos en otros lados, nos van a agarrar dormitorios. Debemos dar un primer paso, aquí en Pitiquito, que sea lo suficientemente grande y que mande un mensaje muy claro a todos los rebeldes de aquí y de toda la región.
-A quien hay que matar – dijo el Ranchero y soltó la carcajada, el alcohol ya estaba haciendo efectos.
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