21 de septiembre de 2024

Sociedad de Artesanos Hidalgo, el Seguro de los hermosillenses de antaño

Los artesanos de aquella época ayudaban a las viudas y a los hijos de algún compañero fallecido, becaban a los niños listos y de buenas calificaciones, pagaban los gastos médicos de los ancianos enfermos y organizaban diversas actividades en pro de las entonces nacientes organizaciones de beneficencia.

Sobre esta Sociedad (uno de cuyos socios fundadores fue el héroe Jesús García), en 1994 la periodista María Elisa Patrón Tamayo entrevistó al historiador de Hermosillo, don Gilberto Escoboza. En aquel tiempo el edificio estaba abandonado y no sería sino hasta el 2007 cuando se restauró:

*LA SOCIEDAD DE ARTESANOS HIDALGO, OTRA HISTORIA A PUNTO DE DERRUMBARSE

María Elisa Patrón Tamayo (artículo escrito en El Independiente, Dic. 14 de 1994)

En 1896 se funda la Sociedad de Artesanos Hidalgo  en el antiguo edificio que ocupaba el Colegio “Porfirio Díaz”. Eran los tiempos del Hermosillo de carretas y vacas deambulando por la calle, de niños peleándose un trozo de chúcata como la más preciada golosina y de corredores y ventanas abiertas de las antiguas casas de adobe y vigas del centro de la ciudad.

La Sociedad de Artesanos era la organización de mayor fuerza social y, veladamente, política, que aglutinaba a más de 1500 hombres de una población de 20 mil habitantes; todo un mundo de gente; sin embargo, la agrupación se declaraba total y exclusivamente mutualista.

Los artesanos de aquella época ayudaban a las viudas y a los hijos de algún compañero fallecido, becaban a los niños listos y de buenas calificaciones, pagaban los gastos médicos de los ancianos enfermos y organizaban diversas actividades en pro de las entonces nacientes organizaciones de beneficencia.

Herreros de yunque y fragua, albañiles de molduras, carpinteros ebanistas, artistas alfareros, zapateros remendones  sastres elegantes desfilaban por aquel enorme edificio, vestidos de polainas y corbatas de moño, zapatos abotonados, tirantes en los pantalones, ligas en los calcetines, camisetas abotonadas, chalecos y camisas almidonadas de cuello postizo y con un obligado pañuelo en la bolsa del enorme saco de hombreras marcadas.

Hablaban de política porfirista, de revoluciones rebeldes, de sequías y heladas, de condolencias por familiares que se habían ido “al otro lado”, discutían medidas, trazos, detectaban el dolor ajeno y trataban de convertirse en bálsamos sociales.

La Sociedad de Artesanos Hidalgo también era un palanca política y no estaba conformada exclusivamente por herreros, carpinteros, artesanos y albañiles, sino que había gente muy rica y poderosa de Sonora que se sucedían la presidencia municipal de la entonces naciente capital de Sonora, y a pesar de que de ella salían los presidentes municipales de Hermosillo, tenían prohibido dentro de sus estatutos inmiscuirse en política y religión, cuenta Don Gilberto Escoboza, el cronista de la Ciudad.

 “En los tiempos de la Revolución Mexicana la Sociedad Hidalgo no tuvo ninguna participación, pese a que tenían una organización política sólida, por el contrario eran declaradamente porfiristas y nunca harían nada que estuviera en contra del Porfirismo.

“En una ocasión, un camión que venía del mar se le quebró la muelle impidiendo su total movimiento; como en aquel tiempo no había refaccionarias, lo llevaron con un herrero de esos que trabajaban con yunque y fragua, para que pudiera llegar a Mexicali, donde se sustituiría por una pieza de fábrica; los herreros trabajaron todo el día y la noche y le hicieron una muelle muy buena de acero fino, que en aquellos entonces costaba 15 pesos (a principios de siglo); el caso es que el camión llegó a Mexicali, fue y vino y volvió a ir y el muelle de acero seguía enterito y no hubo necesidad  de cambiarlo nunca”.

Con el mismo tono con el que los abuelos cuentan un cuento, Don Gilberto narra que los artesanos de la Hidalgo hacían todo lo concerniente a un hogar, desde ollas y cacharros hasta ropa, muebles y trabajos de mármol. 

“Y precisamente eran los maestros artesanos albañiles los que se pulían en aquellas épocas, sin molduras de fierro, hielo seco o tablaroca y construyeron las cúpulas de Catedral, los grabados, los majestuosos arcos y todo lo que ahora podemos admirar”, cuenta Don Gilberto.

 “Por ejemplo, los albañiles trabajan muy bien el mármol de Carrara que abundaba en las principales ciudades del Estado, porque los barcos que venían de Europa traían en su taste enormes piedras de mármol, que al llegar a Álamos, Guaymas o Hermosillo, las desembarcaban para que su peso fuera sustituido por metales de la región, lo que favoreció para que los albañiles y escultores de aquellas épocas hicieran que muchas de las casas viejas del Estado se vieran como palacios”, comenta el presidente de la Asociación de Cronistas de Sonora.

En la Hidalgo de aquellos años no había mujeres, aun cuando había artesanas, viudas, solteras o dejadas; las señoras únicamente figuraban como esposas y nada más, nunca en la mesa directiva, igual que las asociaciones de ahora. Eran los tiempos de las mujeres calladas y sumisas, madres de los hijos que mande Dios, eran las mujeres del acato y del máximo pudor que escondía cualquier gajo de la piel a los ojos de los extraños; mangas largas, cuellos altos y faldas largas, como largas sus trenzas, zapatos de tacón ancho y sólo el maquillaje necesario para colorear “chapitas”, un carmín muy discreto en los labios y sombras oscuras que resaltaran las míticas ojeras.

A ritmo de fox trot, danzón, polcas, charleston y boleros de tríos y orquestas, María Belén Martínez de Castro registra en su libro “Hermosillo de mis Recuerdos”, como eran los bailes celebrados en la Sociedad de Artesanos, cuyo inicio triunfal era la obligada marcha “Viva Sonora”.

“Era la época en que las muchachas se sentaban en una hilera de sillas colocadas alrededor de la pista de baile a donde acudían los jóvenes a sacarlas a bailar; cuando se terminaba la tanda, las devolvían a su asiento y ellos se hacían bolas en la cantina.

“Las mesas alrededor de la pista las ocupaban las personas mayores y las parejas de novios con su obligado chaperón; en esos tiempos se usaba que, durante los bailes de gala, después de la media noche, dieran obsequios a toda la concurrencia. A esa hora aparecían meseros con grandes charolas colmadas de lonches hechos de pan virginia y envueltos en papel de china de colores según fuera su contenido: los de gallina en papel verde, los de jamón en papel rosa y los de queso en papel blanco”.

En 1946, la SAH realiza una gran marcha para celebrar su cincuentenario, sus hombres van vestidos de pantalones de bombachos, con tejanas, zapatos guacos de colores y sacos largos, portan mantas y pancartas alusivas, mientras los vecinos del centro comercial de Hermosillo los observan sentados en los corredores, las banquetas, los perros los siguen asustados y los niños los corretean alborotados. Celebran un gran baile musicalizado con orquesta, con mujeres de vaporosos vestidos de gasa de algodón y algunas atrevidamente con el pelo corto, los hombres van calzados de charol y clavel en la solapa… se buscan los espacios que descuida el chaperón, se entrelazan las manos y se juntan las pieles, solo las humeantes charolas con platos de menudo para los desvelados sueltan sus olorosos vapores.

“A partir de su medio siglo de vida, la Sociedad de Artesanos empieza a mermarse ante la falta de renovación de sus cuadros, no entró gente nueva, sus miembros envejecieron, sus directivos se hicieron ancianos, cambiaron los tiempos, surgió el Seguro Social y ya no era tan necesaria su ayuda mutualista y para 1960 solo existían 10 o 15 miembros, cuyas esperanzas de sobrevivencia se fue perdiendo”, comenta Don Gilberto.

Ahora el enorme edificio de mosaicos de colores, de cenefa pintada a mano y arcos preciosistas está en el completo abandono; se tiene el proyecto de restaurarlo y resucitarlo, pero a más de 10 años de abandono, la humedad, la basura y los cantos de los pichones son el único indicio de vida en un edificio de épocas gloriosas, de andares apresurados y de recuerdos presentes.

Donación del Edificio de la Sociedad de Artesanos Hidalgo a la Universidad de Sonora en 1972

A nombre de la asociación hicieron la donación los señores Ángel Delgadillo Gutiérrez, José Fabrett Reyna, Ventura Estrada Sánchez, Francisco Ríos Higuera, Eduardo Pándula, Lamberto Rodríguez Monroy y Fernando Arzac Rivera; últimos socios activos de esta noble sociedad.

Ante la inminente desintegración de la Sociedad de Artesanos Hidalgo, a los socios que aún permanecían en la agrupación les preocupaba la preservación del edificio que hasta entonces había sido centro de reunión para la comunidad en sus diferentes estratos sociales; un lugar que representaba el glorioso pasado de su institución, por lo anterior y considerando lo que consta en esta acta: la importante labor que está desarrollando la Universidad de Sonora en el aspecto social y cultural, principalmente con los jóvenes de escasos recursos económicos, y, de la cooperación que ha estado solicitando para que sea posible la continuidad de su humanitaria labor.

Deciden por unanimidad donar el Fachada del edificio Artesanos Hidalgo edificio a nuestra Alma Mater.

*EN 2007 SE RESTAURÓ EL EDIFICIO Y SE CONVIRTIÓ EN CENTRO CULTURAL

Con la presencia del gran pintor mexicano José Luis Cuevas, el Ayuntamiento de Hermosillo (Ernesto Gándara, alcalde) y la Universidad de Sonora (Pedro Ortega rector) inauguraron el  restaurado Centro Cultural Sociedad Artesanos Hidalgo.

Dossier Político.com

También asistió el gobernador Eduardo Bours, a quienes vecinos le reclamaron la destrucción de árboles y obras del Parque Villa de Seris para  ahí poner una árida obra de Musas

El edificio que alberga hoy al centro cultural Sociedad de Artesanos Hidalgo data de 1896 y se encuentra ubicado en pleno centro histórico de la ciudad de Hermosillo. Antaño fue sede de la Sociedad de Artesanos Hidalgo a la que debe su nombre. El Ayuntamiento de Hermosillo a través de IMCATUR y la Universidad de Sonora se dieron a la tarea de recuperar el inmueble casi destruido y realizar una labor de restauración para su uso cultural.
Los trabajos de restauración del Centro Cultural Sociedad Artesanos Hidalgo iniciaron en el 2005, posteriormente con otra inversión se le puso la cubierta a base de armaduras con láminas y ya en el 2007, bajo el convenio Universidad de Sonora – Instituto Municipal de Cultura y Arte de Hermosillo(IMCA), se invirtieron seis millones de pesos aproximadamente.
La obra fue coordinada por la Dirección de Obras y Proyectos de la Universidad de Sonora, con asesoría del INAH.

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