I
Mujer de Cananea y Nacozari.
Mujer de Caborca y Tubutama.
Soñadora de luz,
labrando tu huella en el desierto.
Abriendo caminos en Altar,
en Sáric, en Cajeme, en Huatabampo.
Muchacha del Sonora constelado
por espigas de sol
y de futuro,
déjame que desborde mis palabras,
mis versos, piedras vivas,
lavadas con el agua del Río Yaqui,
vibrando con relámpagos de agosto,
brotando de tus manos,
de tus ojos,
de tu oleaje marino en que zozobro
y me llena de cantos infinitos,
y me bautiza hijo:
Tu hijo de la sierra y de los valles.
Tu hijo de las costas y praderas.
Tu hijo de visiones inmortales.
Tu hijo nacido del silencio,
Del parto sensitivo de los tiempos…
II
Mujer de Sahuaripa y de Hermosillo,
amada de los ojos expresivos,
los que alumbran la historia
de mi pueblo,
los que marcan la ruta del amor
en el verano
y llueven sobre mí aves silvestres,
y me dan su calor en el invierno,
cuando el tiempo se pierde
en los caminos
y se hace viejo,
como sahuaros y mezquites,
como viento cargando sus guitarras,
llorando cuando bajan de la sierra,
besando las cruces de los muertos…
III
Mujer de Navojoa y Bacabachi,
de Álamos, Quiriego y Tesopaco,
muchacha de Cócorit y Vícam,
de resolanas metidas en la sangre:
Tú eres la luz que alumbras
Extensiones.
La que forjó familias.
La que llenó de vida
los pueblos y ciudades.
La que le puso nombre y voluntad
al horizonte,
motivando la siembra en la parcela;
buscando la veta en las entrañas
de la tierra;
esperando en los muelles
el regreso de las barcas;
desgranando las cuentas de Rosario
para que la lluvia
hiciera el milagro en los potreros;
cantando arrullos de Dios
ante la cuna,
pidiendo que el sol
le diera a tus poblados,
el soplo de la vida
cada día…
¿Cómo no despertar cada mañana,
mirando las espigas en mis manos;
sintiendo que corren por mis venas
arroyos de pasión y de esperanza;
sabiendo que puedo compartir
mis horizontes,
que puedo escriturar
a los niños del futuro
la visión plural que me enseñaste?
¿Cómo no sentir el beso de tu amor
por la llanura, por los desiertos,
los valles y montañas,
sin alambradas,
sin cercas, sin fronteras,
tan sólo como el viento que galopa,
que se reparte y se derrama
en el alma encendida de tus hijos?
Hoy sólo vengo aquí,
con mi canción comprometida,
con mi bagaje rural y sensitivo,
después de enfrentar tormentas
y temblores,
después de luchar
contra vicios y egoísmos,
después de mirarme
en los ojos limpios
de los niños de mi pueblo,
a recoger tu voz, tu sentimiento,
a desgranar la oración
que me enseñaste,
el juramento de luz por mis raíces,
a recordar Abuela, Madre,
Esposa, Hija,
¡la sencillez bendita de tu nombre…
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