Era, Abel Murrieta Gutiérrez, el candidato más capaz para lograr la pacificación de Cajeme, que ciertamente se convierte en un camposanto.
por Bernardo Elenes Habas
Lo asesinaron cobardemente mientras sembraba sus proyectos para gobernar Cajeme.-
Recientemente recordó en una entrevista, cuando Jesús Antonio Salgado y yo fuimos sus maestros de declamación en la Secundaria Campoy.
por Bernardo Elenes Habas/VERTIENTE
Era, Abel Murrieta Gutiérrez, el candidato más capaz para lograr la pacificación de Cajeme, que ciertamente se convierte en un camposanto.
Ayer –jueves 13 de mayo de 2021-, lo asesinaron cobardemente, cuando repartía a la ciudadanía sus convicciones y sus sueños de seguir sirviendo a Cajeme desde la presidencia municipal, para sembrar la flor blanca de la paz y del progreso en el alma lastimada de las familias.
Para eso, principalmente, quería ser alcalde.
Lo conocí muy bien. Fue alumno, junto con otros muchachos, de Jesús Antonio Salgado y mío –siempre hacía referencia a este pasaje de su vida estudiantil-, cuando integramos un coro de poesía en la Secundaria José Rafael Campoy, y los jubilosos jovencitos de esos días construyeron su triunfo en una convocatoria a nivel Sonora.
Me duele su muerte. Abomino por la forma salvaje en que le fue arrebatada la vida. Uno mi voz, mi grito, a la de millones de mexicanos que sufren los estragos del odio que se extiende sobre la Patria: dividiendo, enfermando, incendiando los sueños de las familias, sin que exista la esperanza de que algún día se aplicarán programas de fondo, inteligentes, palpables, no metáforas perversas que revientan al enfrentar la realidad, sirviendo de pretexto y asidera a la violencia.
Esto fue lo que escribí de Abel, el 27 de abril, cuando apenas llevaban tres días de campaña los aspirantes a la alcaldía:
Abel Murrieta, de MC, mantiene un compromiso firme y sin dobleces. Dimana confianza cuando habla de seguridad, sencillamente porque tiene la experiencia y la determinación para atorar a la bestia de la violencia.
Ese aplomo lo demostró Abel, siendo secretario de Seguridad Pública en Cajeme, cuando durante una ceremonia inaugural de la Expo Obregón, un toro enloquecido rompió las trancas del corral de exhibición que mantenía el sector ganadero.
Todos quedaron aterrados, paralizados. Pero el ahora candidato a la alcaldía, como un relámpago y previendo que la seguridad de los asistentes, entre ellos niños y mujeres estaba en peligro, sacó su pistola, se puso frente al animal y lo mató, antes de que hiciera daño. De ese tamaño es el compromiso y la decisión para actuar por parte de Murrieta Gutiérrez.
Ayer –continuó mí crónica- el abanderado de MC, visitó la colonia raíz de Cajeme, el viejo Plano Oriente. Abrió cauces de comunicación con sus habitantes. Atendió un problema de índole social. Dejó empeñado su compromiso de actuar con cero tolerancia ante la creciente ola delincuencial, y también darle dimensión al tejido de la justicia social, entre quienes sufren abandono y olvido…
Descanse en paz un hombre decidido, inteligente, capaz, que pudo haber sido el alcalde que Cajeme necesita en esta hora.
Le saludo, lector.
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