El milagro de la vida: el llanto más dulce, más alegre y alentador jamás escuchado. Toda la humanidad lo ha oído y sin embargo no se pierde en ella, sino que se queda en cada pareja que da una nueva vida.
Por Juan Luis Duarte García
Este 24 de septiembre cumple años mi hija Gabriela, un acontecimiento tan sencillo y a la vez tan maravilloso como lo es el milagro de la vida. En su momento, padre emocionado y estrenado, escribí este artículo:
Navidad en septiembre
Doy testimonio aquí que he escuchado campanas celestiales a través de un llanto.
Que por ese llanto ha cambiado mi vida. Como pocas veces en mi existencia, las gracias a Dios me salen del alma.
Siento optimismo por mi país y mi Estado. Creo en el presente y en el futuro.
He sido testigo de un milagro que se ha repetido y se repetirá millones de veces y el que sin embargo ha sido y seguirá siendo singular para sus protagonistas: el milagro de la vida.
El milagro de la vida: el llanto más dulce, más alegre y alentador jamás escuchado. Toda la humanidad lo ha oído y sin embargo no se pierde en ella, sino que se queda en cada pareja que da una nueva vida.
En la eterna y divina incongruencia todo ha sido tan igual y a la vez tan diferente: todos somos iguales pero cada ser guarda características propias que jamás se han repetido.
¿Cuánto vale una nave espacial o la máquina más sofisticada?: no puede igualar a la máquina tan perfecta que tiene hasta el más humilde ser humano.
¿Qué tanta alegría produce la obtención de una medalla de oro olímpica o sacarse la lotería?: no se comparará jamás con la alegría de una nueva vida.
El nacimiento de un hijo: el acontecimiento más común y extraordinario de este mundo.
¡Gracias, Dios mío!
*Artículo publicado en Revista Así por Juan Luis Duarte
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