Por su defensa del aborto, el ala más conservadora de la Iglesia católica norteamericana va por Biden, católico él mismo, amenazando hasta con una excomunión que sólo el Papa puede conceder.
Al denunciar la ‘maldad’ del aborto, el arzobispo de L.A. , José H. Gómez, asumió el rostro público de un plan que podría negarle la comunión a Biden
POR MARISA GERBER/L.A. TIMES
El arzobispo José H. Gómez lleva mucho tiempo ejerciendo su influencia en temas que le apasionan, como la inmigración y el aborto.
“Hermanos”, dijo el arzobispo de Los Ángeles, José H. Gómez, “antes de que lleguemos al final de nuestra reunión, tengo un anuncio”.
Eso fue a mediados de noviembre, dos semanas después de que Joseph R. Biden Jr. fuera elegido presidente, lo cual marcó solo la segunda vez que un católico apostólico romano ha comandado la Casa Blanca. En tanto, la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos se había reunido de forma virtual, en medio de un creciente impulso de los obispos conservadores para negar uno de los ritos más sagrados del cristianismo al hombre que estaba a punto de ocupar la Oficina Oval.
“Esto presenta ciertas oportunidades”, agregó Gómez, en su tono suave habitual, acerca de la elección de Biden, “pero también ciertos desafíos”.
Gómez, el líder del grupo, remarcó a los obispos en la reunión de noviembre que Biden les había dado motivos para creer que apoyaría lo que el arzobispo caracterizó como “buenas políticas” sobre la reforma migratoria y el cambio climático, y contra el racismo y la pena de muerte.
Pero el presidente entrante también había expresado su apoyo a lo que Gómez describió como “ciertas políticas que promoverían los males morales”, la principal de ellas “la continua injusticia del aborto”, un escenario que, según Gómez, podría sembrar “confusión en los fieles sobre lo que la iglesia realmente enseña”.
Entonces, después de recibir comentarios de muchos compañeros líderes, Gómez, un conciliador hábil, anunció que había decidido lanzar un grupo de trabajo para examinar el tema. “Esta es una situación difícil y compleja”, indicó Gómez a los asistentes, según una grabación de la reunión, posteada en YouTube.
En los meses siguientes, la profundidad de esa complejidad quedó clara; reveló fuertes desacuerdos entre los propios obispos y dejó al descubierto preocupaciones más profundas sobre el futuro de la Iglesia, en medio de una continua caída en la asistencia entre los católicos estadounidenses.
Las tensiones aumentaron antes de la reunión de junio de los obispos, cuando aprobaron abrumadoramente un plan polémico para redactar un documento de enseñanza que podría sentar las bases para negar el sacramento de la eucaristía a Biden, así como a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, y otros políticos católicos que apoyan el derecho al aborto. El jefe del comité de doctrina de los obispos, que está redactando el documento aún inconcluso, ha enfatizado repetidamente que la declaración no tiene intenta enfocarse contra ningún católico específico ni tema en particular.
Aunque las acciones de los obispos obtuvieron el apoyo de católicos conservadores y activistas antiaborto, perturbaron profundamente a algunos católicos laicos, así como a una facción de obispos que han argumentado que el paso podría convertir la eucaristía en un arma y alienar a muchos miembros de su rebaño.
Como presidente de la conferencia episcopal y líder de la arquidiócesis más grande del país, Gómez, quien a través de representantes declinó una solicitud para ser entrevistado para este artículo y no respondió directamente a otros dos pedidos similares, está en el centro de una amarga disputa en la intersección de la fe y la política.
“No envidio su trabajo”, remarcó el padre David García, quien a menudo interactuaba con Gómez en San Antonio, donde fue arzobispo antes de mudarse a Los Ángeles. “Está en una posición difícil”.
El Vaticano intervino en la refriega a través del principal funcionario doctrinal del papa Francisco, quien en una carta del 7 de mayo pasado advirtió a los obispos estadounidenses que sus acciones podrían generar “discordia, en lugar de unidad”. El momento de la declaración pendiente de los obispos (se espera que voten sobre el borrador en noviembre) podría presionar aún más las elecciones intermedias de 2022, que seguramente serán conflictivas.
A pesar de la oposición pública de larga data de la Iglesia católica al aborto, más de la mitad de los católicos estadounidenses (56%) consideran que tal procedimiento debería ser legal en todos o en la mayoría de los casos, según una encuesta del Pew Research Center. Otro sondeo de Pew halló que el 67% de los católicos estadounidenses consultados sobre la opinión de Biden en relación al aborto pensaban que al presidente se le debería permitir comulgar.
Mary Ziegler, profesora de derecho en la Universidad Estatal de Florida y autora de “Abortion and the Law in America: Roe v. Wade to the Present” (El aborto y la ley en Estados Unidos: Roe v. Wade hasta el presente), expresó que en los últimos años muchos líderes católicos decidieron no preguntar ni hablar del enfoque sobre el aborto. Aunque no vacilaron públicamente en su oposición, comentó, parecía haber un entendimiento, especialmente en ciudades progresistas como Los Ángeles, de que al menos algunos de sus feligreses no comparten las opiniones más restrictivas del liderazgo.
“La cuestión es: ¿intenta tener una comunidad más grande y diversa, a expensas de cierta pureza doctrinal?”, se preguntó, y agregó que, dada la larga postura pública de la Iglesia sobre el tema, duda que el paso de los obispos cambie las opiniones de muchos católicos de base en relación al aborto.
“De alguna manera es una noticia vieja”, añadió Ziegler. “Es el obispo Gómez tratando de hacer hincapié en un punto que ha sido cierto durante un buen tiempo”.
Su papel extremadamente público como hombre clave en el tema es de alguna manera inusual para Gómez, quien ha sido una presencia pública menos visible que su voluble predecesor, el cardenal Roger Mahony, a quien sucedió en 2011.
Hijo de una ama de casa y un médico, Gómez creció en Monterrey, México, donde se desempeñó como monaguillo, un indicio temprano de su larga pasión por la fe, que años más tarde lo llevó a España, donde obtuvo un doctorado en teología, antes de mudarse a Estados Unidos para ministrar.
A lo largo de los años, durante períodos de liderazgo en Denver, San Antonio y ahora en Los Ángeles, Gómez, el primer latino en dirigir la conferencia de obispos, se ha establecido como una figura tranquila pero poderosa. No es impetuoso y no suele hablar en términos tan abiertamente políticos como muchos de sus homólogos; sin embargo, ha ejercido durante bastante tiempo su influencia en temas que le apasionan, como la inmigración y el aborto.
El padre García afirmó que el estilo de liderazgo del arzobispo a menudo se guiaba por su enfoque en defender la doctrina de la iglesia. Durante su primer año como arzobispo de San Antonio, Gómez se mantuvo en gran medida en modo de observador, recordó García, pero cuando finalmente comenzó a sugerir cosas que pensaba que deberían hacerse de manera diferente, siempre venía preparado con documentación. “No era solo su preferencia personal”, destacó García. “Era: ‘Esto es lo que la Iglesia nos dice que hagamos, litúrgicamente’. Él prefería que nos apegáramos a las normas”.
Sin embargo, remarcó García, Gómez está lejos de ser inflexible. “Mucha gente piensa que es súper conservador y muy rígido. ¿En mi experiencia? Sí, es conservador. Sí, le gustan las normas. Pero no es rígido. Lo encontré dispuesto a hablar, dispuesto a escuchar”, destacó García, quien agregó que, sobre todo, está extremadamente agradecido por el fuerte liderazgo de Gómez en la defensa de los derechos y la compasión por los inmigrantes.
En 2005, la revista Time nombró a Gómez como uno de los latinos más influyentes de la nación, alegando que sus puntos de vista sobre la inmigración dominaban en Roma y dentro del gobierno federal. En los años que siguieron, Gómez, quien se convirtió en ciudadano estadounidense en 1995, predicó y escribió extensamente sobre el tema.
“En mi opinión, la inmigración es la prueba de derechos humanos de nuestra generación”, afirmó a Crux, un servicio de noticias que cubre temas de la Iglesia católica, en 2017, para un artículo que examinaba cómo Gómez no encajaba perfectamente en lo simple -a menudo reduccionista- de las etiquetas de líderes como ‘liberales’ o ‘conservadores’.
Gómez también ha comentado extensamente sobre el aborto. En 2008, cuatro años después de su etapa como arzobispo de San Antonio, criticó públicamente a una universidad católica local por invitar a la entonces aspirante a presidente Hillary Clinton al campus, citando su apoyo al derecho a tal procedimiento. Más tarde ese año, escribió una columna en la que calificaba al aborto como la cuestión fundamental de nuestro tiempo y expresaba su disgusto con los políticos católicos que, según él, habían hecho declaraciones engañosas sobre el tema. Mencionó solo a un político por su nombre: Biden, por entonces senador.
En un comunicado emitido el día de la asunción presidencial de Biden, Gómez afirmó que oraba por el nuevo mandatario, cuya piedad e historia personal encontraba esperanzadora e inspiradora. Sin embargo, como pastor, escribió, tenía la obligación de proclamar ciertas verdades, incluso cuando son inconvenientes.
El arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, publicó recientemente una carta pastoral sobre el aborto, la comunión y los católicos en la vida pública.
En los meses siguientes, otros dos importantes católicos de California, el arzobispo de San Francisco, Salvatore Cordileone, y el obispo de San Diego, Robert McElroy, se interpusieron en lados opuestos de la conversación pública al respecto, cada vez más dividida.
A principios de mayo, Cordileone, conocido por su disposición a impulsar temas culturales candentes, incluido su papel como actor clave en la aprobación de la Proposición 8, la medida electoral de California contra el matrimonio homosexual de 2008, publicó una carta pastoral de 17 páginas acerca del aborto, la comunión y los católicos en la vida pública. En el documento, argumenta que en situaciones en las que un líder católico apoye persistentemente el derecho al aborto, es apropiado que su sacerdote u obispo le impida temporalmente comulgar.
“Esta es una medicina amarga, pero lo serio de la maldad del aborto a veces puede justificarlo”, escribió Cordileone, quien no destacó a nadie por su nombre, pero muchos observadores interpretaron que posiblemente conlleva importantes implicaciones para una de sus feligreses en particular, Pelosi, que apoya el derecho a la finalización del embarazo.
Cuatro días después, McElroy publicó un artículo en la revista jesuita América, con el titular: “La eucaristía está siendo utilizada como arma para fines políticos, y eso no debe suceder”.
Cualquier política nacional de excluir de la eucaristía a los líderes políticos proaborto erosionaría la unidad dentro de la Iglesia, escribió McElroy, y agregó que muchos católicos sin duda verían la medida como profundamente partidista. También se mostró en desacuerdo con aplicar sanciones de manera selectiva e inconsistente, centrado en gran medida, según él, en el tema del aborto y, en ocasiones, en la eutanasia.
«¿Por qué no se incluyó el racismo en la convocatoria de sanciones eucarísticas contra los líderes políticos?”, escribió McElroy, quien a través de un portavoz declinó una solicitud para discutir el tema con mayor detalle.
En una entrevista con The Times, el mes pasado, Cordileone enfatizó que, si bien él y otros obispos se toman muy en serio varios temas, incluida la inmigración y el racismo, considera que el aborto es una “categoría en sí misma”. “Es el mayor problema de derechos humanos de nuestros días”, comentó irritado, cuando se le preguntó acerca de las cifras que muestran que la mayoría de los católicos apoyan tal procedimiento. “Las encuestas no dictan qué está bien y qué está mal”, señaló.
Si bien hay, de hecho, un grupo de líderes que argumentan que es más prudente mantener a la gente dentro de la institución y continuar instruyéndola, Cordileone no está entre ellos. “Me parece que hemos probado ese enfoque durante los últimos 50 años y no ha funcionado”, destacó.
Cuando se le preguntó sobre el estilo de liderazgo de Gómez en los últimos meses, le atribuyó el mérito de sortear “todo tipo de presiones” sin ponerse retórico ni tomar partido. “Creo que tomó un rumbo muy equilibrado en esto”.
En su carta a los obispos estadounidenses, a quienes el papa Francisco advirtió públicamente antes, el máximo oficial doctrinal del sumo pontífice, el cardenal Luis Ladaria, los instó a tener un “diálogo extenso y sereno” sobre el tema y advirtió que sería engañoso redactar una declaración que diera la impresión de que el aborto y la eutanasia por sí solos son los temas que exigen la máxima rendición de cuentas.
Durante los comentarios públicos en la reunión virtual de junio pasado, varios obispos hablaron apasionadamente sobre por qué tenían la intención de votar en contra de la propuesta, alegando a menudo que temían que continuara interrumpiendo la unidad y se enredara en luchas partidistas. “Ese camino será profundamente alienante para un inmenso número de fieles”, destacó el cardenal Joseph Tobin de Newark, Nueva Jersey.
El obispo Robert Coerver, de Lubbock, Texas, cuestionó la velocidad a la que parecía estar desarrollándose el proceso de votación para redactar un documento. “No puedo evitar preguntarme si los años 2022 y 2024 podrían ser parte de la prisa”, destacó.
Los obispos, que emitieron sus votos en privado, finalmente aprobaron la propuesta por un amplio margen.
Poco después de que se hiciera pública la elección, el representante Ted Lieu (D-Torrance) tuiteó en la conferencia de obispos, diciendo que era un católico que apoya tanto la anticoncepción como el derecho de la mujer a elegir.
“La próxima vez que vaya a la iglesia”, escribió, “los reto a que me nieguen la comunión”.
Pronto comenzaron a aparecer comentarios similares en las respuestas en el feed de Twitter de Gómez. “Parece que la abandonaré otra vez”, escribió un hombre, que dijo que había regresado recientemente a la Iglesia.
Pero otros elogiaron a Gómez, incluido alguien que tuiteó: “¡De frente en el rostro de la oposición! Gracias por no ceder ante la presión”.
Entre los partidarios del arzobispo se encuentra Frida Plata, estudiante de último año de preparatoria en Cypress y devota católica. “Estoy muy orgullosa de él”, remarcó. “Estoy bastante asombrada”.
Plata recuerda haberse sentido abrumada por el poder del amor de Dios hace varios años, mientras asistía a clases en preparación para su Comunión. En estos días, su fe a menudo da forma a sus conversaciones: a veces habla con sus maestros de escuelas públicas sobre sus santos favoritos, o debate con amigos acerca del aborto.
Pero para otros católicos, como Sara Ortega Roliz, los pasos recientes de la conferencia episcopal fueron decepcionantes y excluyentes. “Siento que la Iglesia debería, especialmente mientras la membresía disminuye, abrir los brazos y dar la bienvenida a la gente, y reconstruirse”, destacó Ortega Roliz, de 40 años, quien creció en Los Ángeles asistiendo a escuelas católicas y ahora dirige un negocio de tostado de café junto con su esposo, en San Francisco. “La sociedad se vuelve más progresista, pero la Iglesia no está dispuesta a escuchar ese lado de la historia. Básicamente, se están convirtiendo en ese viejo gruñón en la esquina, que patea todo”, remarcó.
Días atrás, Rameses Arce se sentó entre 50 o más fieles distanciados entre sí durante la misa del mediodía en la Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles, ubicada en el centro de Los Ángeles.
Arce, un peluquero de 50 años que vive en Rancho Cucamonga, tiene puntos de vista de fe universalista, pero nació en la fe católica y todavía la considera su “base principal”.
La maniobra de los obispos le pareció apropiada dentro de sus derechos, dijo, y la comparó con un padre que disciplina a un niño. También entiende que los líderes de la iglesia podrían enmarcar la medida diciendo: “No te estamos quitando a Cristo; eres tú quien se ha apartado de Él”.
Sin embargo, dijo, esa decisión debe manejarse con gran sensibilidad. “Suena mal”, reconoció. “‘Tenemos que negarte la comunión’… Se escucha terrible”.
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