
Un mes de septiembre de hace unos años me estrené como padre y escribí el siguiente artículo en la revista Así:
*Navidad en septiembre
por Juan Luis Duarte
Doy testimonio aquí que he escuchado campanas celestiales a través de un llanto.
Que por ese llanto ha cambiado mi vida. Como pocas veces en mi existencia, las gracias a Dios me salen del alma.
Siento optimismo por mi país y mi Estado. Creo en el presente y en el futuro.
He sido testigo de un milagro que se ha repetido y se repetirá millones de veces y el que sin embargo ha sido y seguirá siendo singular para sus protagonistas: el milagro de la vida.
El milagro de la vida: el llanto más dulce, más alegre y más alentador jamás escuchado. Toda la humanidad lo ha oído y sin embargo no se pierde en ella sino que se queda en cada pareja que da una nueva vida.
En la eterna y divina incongruencia todo ha sido tan igual y a la vez tan diferente: todos somos iguales pero cada ser guarda características propias que jamás se han repetido.
¿Cuánto vale una nave espacial o la máquina más sofisticada?: no puede igualar a la máquina tan perfecta que tiene hasta el más humilde ser humano.
¿Qué tanta alegría produce la obtención de una medalla de oro olímpica o sacarse la lotería?: no se comparará jamás con la alegría de una nueva vida.
El nacimiento de un hijo: el acontecimiento más común y más extraordinario de este mundo.
¡Gracias, Dios mío!
Juan Luis Duarte

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